¿Por qué están cerrando las tienditas de abarrotes?

Durante décadas, las tienditas de abarrotes han sido el corazón del consumo cotidiano en México. Más que puntos de venta, han funcionado como centros comunitarios, donde vecinos no solo compran productos básicos, sino que también encuentran cercanía, crédito informal y hasta entretenimiento. Sin embargo, su permanencia hoy está en riesgo, y miles han cerrado en los últimos años.

5/8/20242 min read

El origen de estas tiendas se remonta a épocas posrevolucionarias, cuando el país necesitaba soluciones inmediatas para el abasto local. Por su bajo costo de operación y proximidad al consumidor, las tienditas se convirtieron en una solución eficiente para zonas rurales y urbanas por igual. A lo largo del tiempo, evolucionaron con el apoyo de marcas y distribuidoras, integrando refrigeradores, señalética y una estética propia.

Sin embargo, con la llegada del Tratado de Libre Comercio y la expansión de franquicias como Oxxo, 7-Eleven y cadenas de supermercados, el panorama cambió. Estas empresas trajeron consigo estandarización, servicio continuo, pago con tarjeta y, más recientemente, comercio digital. Las plataformas de entrega a domicilio y tiendas en línea también comenzaron a modificar los hábitos de consumo, especialmente entre los sectores urbanos y de clase media.

A ello se suman fenómenos más complejos como la gentrificación, que desplaza a los residentes tradicionales y transforma la demografía y el estilo de vida de las colonias. Nuevos habitantes, con mayor poder adquisitivo, prefieren tiendas con experiencias más modernas, lo que deja a las tienditas fuera del radar.

La pandemia de COVID-19 fue otro golpe devastador. Las medidas de confinamiento y distanciamiento, junto con el alza en precios y la pérdida de empleos, redujeron drásticamente las ventas. Muchas personas dejaron de comprar por kilo y comenzaron a pedir por gramos, reflejo de una economía doméstica en crisis. Paralelamente, las grandes tiendas y plataformas digitales lograron adaptarse más rápidamente, captando al nuevo consumidor digital.

Un estudio citado en el análisis muestra que tres de cada cuatro tienditas quiebran tras la llegada de una tienda de conveniencia. Este dato se explica por la capacidad de las grandes empresas para instalarse donde otras apenas subsisten. Incluso si no generan ganancias inmediatas, su músculo financiero les permite sobrevivir hasta consolidar una clientela.

Pero más allá de la economía, también hay un cambio cultural: hoy se consume más por la experiencia que por la necesidad. Oxxo y similares ofrecen ambientación, rapidez, limpieza, y hasta servicios adicionales como recargas, pagos y transferencias. Las tienditas, en cambio, han sido empujadas hacia un modelo cada vez más obsoleto, donde el dueño atiende todo el día por ingresos limitados.

No obstante, aún queda espacio para ellas. En comunidades rurales y zonas marginadas, las tienditas siguen siendo esenciales. Incluso en contextos urbanos, algunas han optado por evolucionar hacia modelos tipo minisúper, modernizando su presentación y oferta. El cambio es inevitable, pero no necesariamente el fin.

La desaparición de las tienditas implica una pérdida cultural, de cercanía y de identidad. Más allá de los números, representan una forma de vida que hoy enfrenta su mayor desafío: adaptarse sin desaparecer